comunicacion

La comunicación en la pareja

Sin lugar a dudas, podemos afirmar que la comunicación es una gran piedra de tropiezo en un alto porcentaje de matrimonios, pero es el cauce a través del cual fluye el amor y la vida.

Partamos de una breve referencia a las diferentes formas de comunicación, que, además de ser numerosas, reciben un gran reto al tratarse de dos personas tan diferentes como el hombre y la mujer a la hora de comunicarse.

En concreto la comunicación entre dos personas puede comenzar con una mirada, con una palabra o un gesto y tiene dos formas básicas que son la verbal y la no verbal. En distintas etapas de la vida, tratándose del matrimonio, se van sucediendo en importancia una y otra.

En la primera etapa, que incluiría el noviazgo y los primeros 15 años de matrimonio ambas formas pueden fluir con facilidad; sin embargo, en una segunda etapa, la comunicación verbal se va reduciendo drásticamente, sobre todo de parte del hombre. De ambas partes hace falta mucha comprensión, para aceptarse con las diferencias que se van marcando cada vez más.

Es típico el breve diálogo que se da entre ambos: Amor, tenemos que hablar, dice la esposa; y el marido responde: ¿otra vez? ¿de qué? O la esposa pregunta: ¿cómo te fue? Y el marido por toda respuesta dice: bien.

Pero hay otra modalidad de comunicación en la que de una parte o de la otra se escucha: ¿Dónde andabas? ¿Por qué llegaste tan tarde? ¿Qué tanto te dan en la iglesia? ¡Preocúpate más de tus hijos en lugar de quejarte tanto!

Esta pareja necesita tomarse en serio mutuamente y quizá buscar ayuda, sea a través de una asesoría de pareja o través de alguna vivencia como un retiro para matrimonios, un encuentro matrimonial, un viaje juntos de unos días, unas vacaciones, etc.

El amor como todo lo humano necesita activarse o renovarse. Todos somos conscientes de que un dolor desconocido puede ser una llamada de atención sobre todo a partir de los 35-40 años, que requiere una revisión médica, un chequeo, como decimos comúnmente. De la misma forma, hay que ser sensible ante ciertas actitudes de pareja que denotan coraje, enfado, cansancio, malestar, incomprensión, y que pueden estar apagando la llama o el calor del amor.

Hay quien dice que el matrimonio no tiene sentido cuando se apaga el calor del amor.  Pero, la pregunta es: ¿de verdad se apaga ese calor o es que ya no lo sentimos? ¡Qué fácil se confunde la realidad con el sentimiento! Pasa lo mismo en el orden espiritual religioso. Hay gente que viene diciendo que ha perdido la fe porque no tienen ganas de rezar o de ir a la Iglesia, etc. Pero la fe no es un sentimiento como no lo es el amor; por tanto, si bien el sentimiento es normal en todas nuestras actividades o manifestaciones de vida, no es decisivo para decir “ya no nos amamos” o “ya no tengo fe”.

¿Qué hacer entonces? Escarbar o desescombrar, es decir, quitar obstáculos que impiden sentir el amor. Es como cuando la leña de una hoguera se quema y se quedan las brasas; a veces se echa tierra encima para evitar incendios mientras se consumen las brasas. Así resulta que la falta de comunicación o la comunicación defectuosa de la pareja es como la tierra que impide sentir el calor del amor.

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Autor: Hno. Jesús Ma. Bezunartea, Capuchino

plenitud

¿Existe el matrimonio en plenitud?

Si el matrimonio es vida en el amor y para el amor y el sacramento del matrimonio está diseñado para enriquecer esa vida con el amor de Dios, podemos decir que sí existe el matrimonio en plenitud. El responder afirmativamente nos compromete a describir el cómo llegar a esa plenitud o madurez plena.

De hecho, en el camino del cristiano, nada que sea parte de su vida y de su vocación puede dejarse a un más o menos, que es lo mismo que mediocridad, pues Cristo nos dejó dicho: “sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Y si la perfección de Dios la quisiéramos identificar de una forma concreta o con una actitud concreta, ninguna sería más adecuada que el amor, ya que como nos dice san Juan: “Dios es amor”.

Pero todos los que estamos comprometidos en este camino de la perfección cristiana en cualquiera de sus formas –matrimonio, sacerdocio, vida consagrada religiosa, celibato- sabemos que el ideal que un día abrazamos es semejante a una cuesta empinada que nos conduce a la cima del monte. A una cima como a Abraham, que en el monte que le mostró el Señor, llegó a la perfección de la fe al disponerse a sacrificar a su hijo Isaac; a una cima como Elías en el monte Carmelo, en el que desafía a los sacerdotes de Baal y da testimonio de su Dios en circunstancias que ponen en peligro su vida;  a una cima como Jesús en el monte Tabor donde se transfigura prefigurando la gloria de la resurrección; a una cima como Jesús en el monte Calvario, donde se abandonará plenamente en manos de sus verdugos y en los brazos invisibles del Padre, aunque se sienta abandonado.

Sí, precisamente vamos a la cima del monte Calvario porque “no hay mayor amor que dar la vida por el amigo”, dice Jesús a los apóstoles en sus palabras de despedida después de la cena (Jn 15). Y aunque la muerte cruenta de Cristo no señale el final de la vida de todos nosotros, que queremos llegar a la perfección del amor, sí es el símbolo que nos esclarece suficientemente que no puede haber madurez en el amor, y por tanto en el matrimonio, si no hay una disponibilidad para dar la vida por el amado/a, cada día.

San Pablo concluye su himno al amor en su carta a los Corintios diciendo: “El amor todo lo excusa; todo lo cree; todo lo espera; todo lo soporta”. ¿Podríamos decir que aquí están los cuatro clavos con los que cada cónyuge se crucifica en aras de la perfección en el amor? Creo que si vamos a los detalles de la vida matrimonial podemos incluir en estas cuatro experiencias las múltiples ocasiones y circunstancias por las que cada pareja está haciendo su camino hasta la cima del monte, en el que ofrecerse totalmente como Cristo a Dios.

La sociedad secularizada en que se vive, al menos en las grandes urbes de nuestros países católicos, no cree en tal perfección o plenitud de la vida matrimonial; sin embargo, ello no quita nada al ideal de un matrimonio cristiano. Ciertamente es la tentación que muchos matrimonios tendrán que enfrentar; pero ello mismo da valor y actualidad a este ideal, ya que el misterio de Cristo crucificado por amor siempre ha sido un misterio de locura y de insensatez. ¡Qué extraordinaria oportunidad y privilegio para ser testigos del Evangelio de la vida y del amor!

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Autor: Hno. Jesús Ma. Bezunartea, Capuchino