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El reto de la comunicación en la pareja

Recuerdo a aquella amiga que un día vino a mi oficina parroquial y me contaba que ya estaba cansada del silencio de su marido. Recordé entonces que ella me había contado anteriormente que una de las razones por las que se había casado con él había sido que ella era muy expresiva y platicadora y él era muy callado. Entonces le comenté: ¿no era eso lo que tú querías? Sí, padre, –me respondió- pero ya me cansé de mis monólogos.

A parte de que una parte sea muy expresiva o la otra no, a cierta edad y después de un número de años, esto es bastante común y en algunos casos, no sé si muchos, la solución recurrida es separarse o divorciarse con la excusa de que “no tenemos nada que platicar”.

Recuerdo también al respecto aquella visita que, acompañando a mi padre, hicimos a la familia de unos parientes, cuando yo era un adolescente. A su pregunta de “¿cómo están?”, el tío respondió: “solo en compañía”. Durante mucho tiempo me quedé pensando en lo que querría decir mi tío con ese triste lamento; después de mucho tiempo lo entendí porque describe la situación de muchas parejas, llegando a cierta edad, normalmente después de los cuarenta y sentirse solo en compañía de su cónyuge.

¿Qué hacer ante estas situaciones? Creo que son bastante complejas y no servirá la misma respuesta para todas las parejas.

Ante todo, partamos de aclarar de si se trata de comunicación verbal solamente o de toda clase de comunicación, a tal grado que su única comunicación sea vivir en la misma casa. Este caso se puede dar cuando los hijos ya han dejado el hogar y la pareja se queda sola de nuevo como recién casados.

Ante todo, debemos preguntarles si quieren mejorar su comunicación. Si la respuesta es negativa, lo mejor es separarse. Pero si uno de los cónyuges todavía quiere mejorar la comunicación, deberá asesorarse para encontrar las formas y ocasiones en que esta comunicación pueda mejorar o hacer posible de nuevo la relación.

Cuando ambos querrían mejorar la relación y para ello la comunicación, también deberán buscar ayuda externa, porque se supone que todavía entre ellos hay algo que compartir, algo que se añora, algo que anima la relación, pero también alguna barrera que se interpone.

Si la pareja no quiere buscar ayuda psicológica o asesoría matrimonial, entonces ellos pueden ayudarse recurriendo a actividades compartidas, como salir de paseo, ir al cine, ir de excursión, participar en algún cursillo matrimonial o retiro espiritual. Y por supuesto, cuando es una pareja creyente, el frecuentar la iglesia juntos para la Misa dominical  o alguna actividad parroquial, reportará motivaciones espirituales para mejorar su relación y comunicación. Todo ello motivará que tengan temas sobre los que puedan platicar e incluso despertar en ellos sentimientos dormidos.

El punto de partida es siempre si la pareja, o al menos uno de ellos, quiere mejorar la relación y, por tanto, la comunicación. Entonces habrá soluciones que encontrar, porque mientras hay brasas entre las cenizas, se puede provocar el fuego.

 

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Autor: Hno. Jesús Ma. Bezunartea

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¿Qué hacer con los celos en el matrimonio?

Se suele decir que el amor es celoso y se cita la Biblia, que en Antiguo Testamento presenta una imagen de Dios, celoso por su pueblo y celoso del amor de su pueblo Israel.

Los celos son una mezcla de varios sentimientos y creo que son dos los fundamentales: el sentimiento de pertenencia y el sentimiento de dependencia.

Sobre ambos sentimientos podemos decir que hay una dosis de verdad, que es sana, pero ambos sentimientos pueden ser resbalosos y desarrollarse peligrosamente para ambos.

Una persona humana nunca pertenece a otra. En el matrimonio, aunque según el texto bíblico “los dos son una misma carne”, sin embargo como personas nadie puede renunciar a su propia voluntad, nadie puede renunciar a su propia responsabilidad, nadie puede renunciar a su propia libertad, a ser uno mismo.

Dos personas que se unen en matrimonio no se dan mutuamente como se da un regalo en efectivo o en especie, de forma que quien recibe el regalo se haga dueño y pueda disponer de él a su antojo.

Dos personas que contraen matrimonio comparten sus vidas para un proyecto en común, que es su vida conyugal, caracterizada por la comunión de vida en el amor y el respeto y caracterizada por el proyecto común de la procreación y la familia.

Cuando estos puntos están claros, los celos hacia el otro cónyuge no tienen lugar alguno, porque no se entregan el uno al otro ni como regalo ni como propiedad, sino que comparten sus vida para que cada uno –hombre y mujer- puedan realizarse como esposos, tanto en el amor y el intercambio de la vida como en el ideal de ser padres de familia.

Ante el problema de la infidelidad, que sería la razón real para provocar los celos de la parte fiel, no se puede echar mano de la violencia en ninguna de sus formas, pasiva o activa, de palabra o de obra, porque nadie tiene autoridad sobre la otra parte. Ante la infidelidad de uno de los cónyuges, las alternativas son la confrontación y el diálogo para conocer las razones de tal problema, tratar de conquistar el amor de la parte en crisis e infiel, y la oración en común, acompañada del perdón y la reconciliación.

Puede darse el caso de que los celos sean injustificados puesto que uno de los cónyuges se siente inseguro ante la otra parte; entonces quien sufre los celos deberá buscar ayuda externa, tanto para analizar el caso y buscar una opinión neutral sobre el problema, como para encontrar la ayuda directa sobre su experiencia. Hay casos que se pueden controlar pero hay casos que no se pueden controlar, porque se trata de una experiencia patológica, que va más allá de la asesoría e incluso de la medicina. Y en algunos de estos casos últimos si la integridad y la vida de la otra parte están en peligro, habría que recurrir al divorcio o separación, si se trata de un matrimonio civil, o a la separación canónica o la aplicación de declaración de nulidad del sacramento del matrimonio.

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Autor: P. Jesús Ma. Bezunartea

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La comunicación en la pareja

Sin lugar a dudas, podemos afirmar que la comunicación es una gran piedra de tropiezo en un alto porcentaje de matrimonios, pero es el cauce a través del cual fluye el amor y la vida.

Partamos de una breve referencia a las diferentes formas de comunicación, que, además de ser numerosas, reciben un gran reto al tratarse de dos personas tan diferentes como el hombre y la mujer a la hora de comunicarse.

En concreto la comunicación entre dos personas puede comenzar con una mirada, con una palabra o un gesto y tiene dos formas básicas que son la verbal y la no verbal. En distintas etapas de la vida, tratándose del matrimonio, se van sucediendo en importancia una y otra.

En la primera etapa, que incluiría el noviazgo y los primeros 15 años de matrimonio ambas formas pueden fluir con facilidad; sin embargo, en una segunda etapa, la comunicación verbal se va reduciendo drásticamente, sobre todo de parte del hombre. De ambas partes hace falta mucha comprensión, para aceptarse con las diferencias que se van marcando cada vez más.

Es típico el breve diálogo que se da entre ambos: Amor, tenemos que hablar, dice la esposa; y el marido responde: ¿otra vez? ¿de qué? O la esposa pregunta: ¿cómo te fue? Y el marido por toda respuesta dice: bien.

Pero hay otra modalidad de comunicación en la que de una parte o de la otra se escucha: ¿Dónde andabas? ¿Por qué llegaste tan tarde? ¿Qué tanto te dan en la iglesia? ¡Preocúpate más de tus hijos en lugar de quejarte tanto!

Esta pareja necesita tomarse en serio mutuamente y quizá buscar ayuda, sea a través de una asesoría de pareja o través de alguna vivencia como un retiro para matrimonios, un encuentro matrimonial, un viaje juntos de unos días, unas vacaciones, etc.

El amor como todo lo humano necesita activarse o renovarse. Todos somos conscientes de que un dolor desconocido puede ser una llamada de atención sobre todo a partir de los 35-40 años, que requiere una revisión médica, un chequeo, como decimos comúnmente. De la misma forma, hay que ser sensible ante ciertas actitudes de pareja que denotan coraje, enfado, cansancio, malestar, incomprensión, y que pueden estar apagando la llama o el calor del amor.

Hay quien dice que el matrimonio no tiene sentido cuando se apaga el calor del amor.  Pero, la pregunta es: ¿de verdad se apaga ese calor o es que ya no lo sentimos? ¡Qué fácil se confunde la realidad con el sentimiento! Pasa lo mismo en el orden espiritual religioso. Hay gente que viene diciendo que ha perdido la fe porque no tienen ganas de rezar o de ir a la Iglesia, etc. Pero la fe no es un sentimiento como no lo es el amor; por tanto, si bien el sentimiento es normal en todas nuestras actividades o manifestaciones de vida, no es decisivo para decir “ya no nos amamos” o “ya no tengo fe”.

¿Qué hacer entonces? Escarbar o desescombrar, es decir, quitar obstáculos que impiden sentir el amor. Es como cuando la leña de una hoguera se quema y se quedan las brasas; a veces se echa tierra encima para evitar incendios mientras se consumen las brasas. Así resulta que la falta de comunicación o la comunicación defectuosa de la pareja es como la tierra que impide sentir el calor del amor.

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Autor: Hno. Jesús Ma. Bezunartea, Capuchino

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¿Existe el matrimonio en plenitud?

Si el matrimonio es vida en el amor y para el amor y el sacramento del matrimonio está diseñado para enriquecer esa vida con el amor de Dios, podemos decir que sí existe el matrimonio en plenitud. El responder afirmativamente nos compromete a describir el cómo llegar a esa plenitud o madurez plena.

De hecho, en el camino del cristiano, nada que sea parte de su vida y de su vocación puede dejarse a un más o menos, que es lo mismo que mediocridad, pues Cristo nos dejó dicho: “sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Y si la perfección de Dios la quisiéramos identificar de una forma concreta o con una actitud concreta, ninguna sería más adecuada que el amor, ya que como nos dice san Juan: “Dios es amor”.

Pero todos los que estamos comprometidos en este camino de la perfección cristiana en cualquiera de sus formas –matrimonio, sacerdocio, vida consagrada religiosa, celibato- sabemos que el ideal que un día abrazamos es semejante a una cuesta empinada que nos conduce a la cima del monte. A una cima como a Abraham, que en el monte que le mostró el Señor, llegó a la perfección de la fe al disponerse a sacrificar a su hijo Isaac; a una cima como Elías en el monte Carmelo, en el que desafía a los sacerdotes de Baal y da testimonio de su Dios en circunstancias que ponen en peligro su vida;  a una cima como Jesús en el monte Tabor donde se transfigura prefigurando la gloria de la resurrección; a una cima como Jesús en el monte Calvario, donde se abandonará plenamente en manos de sus verdugos y en los brazos invisibles del Padre, aunque se sienta abandonado.

Sí, precisamente vamos a la cima del monte Calvario porque “no hay mayor amor que dar la vida por el amigo”, dice Jesús a los apóstoles en sus palabras de despedida después de la cena (Jn 15). Y aunque la muerte cruenta de Cristo no señale el final de la vida de todos nosotros, que queremos llegar a la perfección del amor, sí es el símbolo que nos esclarece suficientemente que no puede haber madurez en el amor, y por tanto en el matrimonio, si no hay una disponibilidad para dar la vida por el amado/a, cada día.

San Pablo concluye su himno al amor en su carta a los Corintios diciendo: “El amor todo lo excusa; todo lo cree; todo lo espera; todo lo soporta”. ¿Podríamos decir que aquí están los cuatro clavos con los que cada cónyuge se crucifica en aras de la perfección en el amor? Creo que si vamos a los detalles de la vida matrimonial podemos incluir en estas cuatro experiencias las múltiples ocasiones y circunstancias por las que cada pareja está haciendo su camino hasta la cima del monte, en el que ofrecerse totalmente como Cristo a Dios.

La sociedad secularizada en que se vive, al menos en las grandes urbes de nuestros países católicos, no cree en tal perfección o plenitud de la vida matrimonial; sin embargo, ello no quita nada al ideal de un matrimonio cristiano. Ciertamente es la tentación que muchos matrimonios tendrán que enfrentar; pero ello mismo da valor y actualidad a este ideal, ya que el misterio de Cristo crucificado por amor siempre ha sido un misterio de locura y de insensatez. ¡Qué extraordinaria oportunidad y privilegio para ser testigos del Evangelio de la vida y del amor!

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Autor: Hno. Jesús Ma. Bezunartea, Capuchino

Angry young couple sitting back to back at home

¿Es el divorcio la solución?

Vivimos en un tiempo en el que buscamos soluciones rápidas y fáciles. Tenemos poca paciencia para sobrellavar penas y para vivir procesos. Por ello mucha gente cree que el divorcio es una solución a ciertos conflictos conyugales. Pero ¿qué significa solución?

Una cirugía puede ser una solución para una enfermedad; un diálogo puede ser una solución para un mal entendido; una disculpa o aceptar la propia culpa en un conflicto puede ser la solución para una relación interpersonal; una llamada por teléfono puede ser una solución para aliviar la soledad de alguien, etc., pero el divorcio en la mayoría de los casos no es una solución sino más bien la puerta falsa hacia una solución, puesto que los conflictos son señales de otros problemas más profundos.

Los conflictos matrimoniales tienen causas internas de parte de ambos cónyuges y cuando no se encuentran esas causas o se evita encontrarlas, porque se está dando alguna experiencia externa, que confunde y orienta erróneamente, se recurre a la separación o al divorcio. El divorcio es una consecuencia no es una solución.

El divorcio puede  ser consecuencia de una mala elección de pareja; puede ser consecuencia de no crecer juntos y no madurar como pareja; puede ser consecuencia de la inmadurez de una parte o de las dos; puede ser consecuencia de la incapacidad de una o de las dos partes de compartir la vida; puede ser consecuencia del ambiente social o familiar en que se vive; puede ser consecuencia de complejos o traumas no superados por una o por ambas partes; puede ser consecuencia de la incapacidad para amar por una o ambas partes; puede ser consecuencia de estar enamorados y no llegar a amarse; puede ser consecuencia de infidelidad por parte de una de las partes, al menos.

Y en todas esas ocasiones el divorcio puede ser una salida que puede evitar males peores, pero no es una solución sino un desenlace lamentable.

Ante los problemas que amenazan con el divorcio, la pareja debe buscar los medios adecuados para superar esos problemas. El primer medio es compartir su situación con alguien que pueda aconsejarlos adecuadamente; después vendrá el comprometerse con las recomendaciones que se les hagan. Aunque una mayoría de las parejas que contraen el matrimonio en la Iglesia, no están preparados para ello, sin embargo, “nunca es tarde cuando la dicha es buena”, dice el refrán castellano; nunca es tarde para luchar por una convivencia conyugal, que pueda satisfacer las aspiraciones de felicidad y de realización como pareja; nunca es tarde para conocer las ventajas espirituales que ofrece el matrimonio como sacramento y estado de vida en la Iglesia.

Querer encontrar en el divorcio una solución es querer salirse por la puerta de atrás, y también supone una baja autoestima como pareja. Por tanto, frente a esa falsa solución que ofrece una sociedad, que huye de los compromisos, hay que oponer resistencia hasta agotar los últimos cartuchos y, por supuesto, pensar en el bien de los hijos, cuando los hay, puesto que ese matrimonio pertenece a toda la familia.

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Autor: P. Jesús Ma. Bezunartea, Ofmcap

resucitar

Resucitar es tratar de cambiar cada día un poquito

COMO  YO LOS HE AMADO

Creemos conveniente reflexionar al comenzar este 1980, sobre lo que nos ha tocado vivir el año pasado, y fijar metas para el futuro. Al fin y al cabo, somos un “pueblo peregrino” que necesita trazarse una ruta para no desviarse de su “camino”, o, al menos, desviarse lo mínimo, estando conscientes de que, si hay desviaciones, siempre podremos encarrilarnos nuevamente, basta que lo queramos.

A nivel pareja; ¿hemos revisado frecuentemente nuestras actitudes de casados—solteros, nuestras máscaras, nuestra apertura a nuestro cónyuge, escuchándolo y confiándole sentimientos difíciles? ¿Hemos reevaluado cómo afecta nuestra relación, cada uno de estos conceptos claves del FDS? ¿Estamos decididos a renovar nuestra relación, intentando un cambio en algunas de nuestras actitudes que la afectan? ¿Hemos hecho nuestro 10/10 diariamente? ¿Estamos convencidos de que el diálogo nos ayuda a crecer en nuestra relación? y ¿lo hacemos para estar más cerca el uno del otro o sólo por compromiso, “para que los demás vean que dialogamos”, no por nosotros?

 ¿Hemos dialogado sobre áreas difíciles últimamente? ¿Qué más podemos hacer para renovarnos como pareja, y dejar que nuestra “Frescura Pascual” , renueve a otros?

 A nivel Iglesia o Comunidad: El año 79 pasaron muchas cosas fuertes que nos deben mover bastante:

En enero nos visitó Su Santidad, Juan Pablo ll, dejándonos un testimonio de amor y entrega increíbles. ¿Sirvió su estadía entre nosotros para revisar dónde estamos como pareja, como católicos, como apóstoles de nuestro Sacramento?

La III Celam (1) . . ., la convivencia con los Sres. Obispos. ¿Nos comprometieron más para profundizar en nuestra Fe y dar testimonio de ella “para que los demás creyeran”?

El FDS llegó a Mexicali, Hermosillo, Ciudad Guzmán y Tegucigalpa, en la hermana República de Honduras. . . ¿Estamos conscientes del poder que tenemos como pareja, para ayudar a cambiar el mundo y hacemos uso de él frecuentemente? ¿Nos involucramos en los pasos que da nuestro movimiento de Encuentros Matrimoniales, para fortalecer a nuestra Iglesia, al luchar para que más y más parejas, en el mundo estén conscientes de la riqueza de su Sacramento, y vivan una vida mejor? ¿Vemos a nuestro movimiento de Encuentros Matrimoniales como Signo de la presencia del Espíritu del Señor entre nosotros, y creemos que es un instrumento necesario para los tiempos que vivimos, o sólo recordamos el FDS como una experiencia bonita de nuestra vida de casados?

“Cristo, nuestra Pascua, ha resucitado, “¡aleluya!”, nos dice la liturgia de este tiempo, y nos dice más todavía: “Celebremos, pues, la Pascua. Estas frases nos mueven a reflexionar mucho sobre nuestra docilidad para resucitar con el Señor en nuestra vida diaria. . ., porque si estamos convencidos de que en un FDS resucitamos, y se nos dan armas para poder hacerlo diariamente. Basta que sepamos y queramos morir a todas nuestras actitudes que impiden estar en relación con nuestro cónyuge o con nuestra Iglesia. . .Conscientes de esa renovación y de esa resurrección que trae el FDS, hemos seguido luchando por expandirnos y nos da una emoción inmensa comunicarles que, en esta Pascua de 1980, el Encuentro Matrimonial ha llegado a la ciudad de Monterrey, para que muchos regiomontanos sepan Resucitar en el Señor a la belleza de su Sacramento.

Además, se han empezado nuevos programas de Grupos Activos, un miembro muy activo (valga la redundancia) dentro de nuestra familia de Encuentros. Se han dado, en plan piloto, algunos encuentros familiares, y, los que han tenido la gracia de vivirlos, sienten resucitada y renovada a su Iglesia Doméstica.

También los Encuentros para Novios están apretando el paso, y nos llena de satisfacción imaginarnos lo padre que será la relación conyugal de esas parejas ¡Cuánto camino llevan ganado!

En enero fue en Guadalajara la reunión internacional de nuestra familia encontrada. El amor y la unidad, por los que luchamos todos cada día, se vio testimoniada allí, amén del mutuo enriquecimiento del que disfrutaron los de fuera y los de casa.

Como ven, este 80 está recogiendo los frutos de la pródiga siembra del 79. Pedimos sus oraciones para que nuestra Iglesia pueda seguirse vivificando con nuestros propios triunfos en la lucha diaria, por ser mejores parejas, mejores familias, mejores sacerdotes y religiosos.

Que la Alegría de Jesús Resucitado, nos mueva cada día a querer cambiar un poquito, para así poder cambiar el mundo. 

¡Felices Pascuas a todos!

(1) III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano
Artículo tomado de la Revista El Espíritu del Encuentro n° 1
familia

Y ahora, ¿qué fue para nosotros el primer encuentro familiar?

Para mí, Ana Elena, (como madre) fue una experiencia que nunca pensé viviría, tuve la oportunidad de conocer más a fondo a nuestras hijas; de comprender sus reacciones ante la vida, a veces violenta, de valorar su personalidad tan distinta una de otra, de conocer y sentir la maravillosa fuerza que tiene una familia unida, de valorar y agradecer a Dios su gran amor y bondad; estoy ahora segura que todos los padres de familia debemos prepararnos más y poner nuestro amor sin reservas ni egoísmos a la tarea de tanta responsabilidad que se nos ha encomendado.

Fue sencillamente inolvidable y de mucha riqueza nuestro Encuentro Familiar y además conocimos muchas familias de nuestros Hermanos de Encuentros con nuestras mismas inquietudes, con problemas, con tristezas, pero al fin y al cabo con nuestro mismo deseo de superación y deseo de darle al Creador la mejor cuenta posible.

La querida y hermosísima familia Villa nos dio un testimonio de unidad, entrega y de amor que difícilmente se puede igualar.

Los amo y pido por ustedes al Señor. Ana Elena (mamá).

Al estar escribiendo estas líneas, vienen a mi mente los momentos maravillosos pasados en el Encuentro Familiar, fueron tantos y tan grandes que es difícil escoger para compartirles.

Sin embargo compartiré con ustedes algo que causó en mí un impacto muy grande mezclado con alegría y temor, al escuchar al padre Chucho Márquez decir: “En cada una de éstas familias, veo a Dios, les pido que no me lo escondan y que siempre lo tenga presente en ustedes”. Alegría, por estas bellas palabras tan significativas, y temor por las caídas constantes que sufrimos como humanos, y sobre todo por la gran responsabilidad adquirida ante Nuestro Señor para dar una respuesta de testimonio ante tantos dones que hemos recibido.

Otro momento inolvidable fue el ver a esos muchachos Villa compartir con la sencillez de los niños, a pesar de ser ya todos unos hombres; compartir con nosotros como si fuéramos una sola familia (y en realidad lo somos). Darnos cuenta de que hay mucha juventud bien orientada y que el Señor nos está diciendo: “Estoy entre ustedes.”

En fin, querida Familia de encuentros, créanme que no terminaría nunca de compartirles este encuentro maravilloso; y Pido a Dios Nuestro Señor para que todos ustedes tengan la oportunidad de vivirlo. Jorge (papá)

Cuando me pidieron que escribiera algo sobre nuestro increíble regalo de Reyes, nuestro Encuentro Familiar, traté de escribir tantas cosas que no sabía por dónde empezar, así que esto no tiene principio.

El encuentro Familiar trata de hacer mejores familias, no cambiando a los miembros de éstas, sino aceptándonos tal y como son. Sí que es difícil lograrlo, pero cuando alguien se siente aceptado y valorado, se da lo mejor de Sí. Ana Elena (18 años).

Las experiencias nuevas y maravillosas que viví en el encuentro Familiar fueron surgiendo una tras otra en cada detalle compartido con mi linda familia.

Descubrí que cada miembro de una familia es parte primordial de ésta, no importando su manera de pensar, sus virtudes o talentos; es como en un rompecabezas, cada pieza es muy diferente a las demás, pero al unirse, se complementan y forman un bello paisaje.

Cada día que transcurría, nos íbamos conociendo más y más, y era entonces cuando entendíamos muchas actitudes que antes nos molestaban o hacían que nos enfadáramos.

Ahora comprendo y valoro la frase que dice: “Para vivir juntos, no es necesario pensar del mismo modo, lo importante es aceptarse y respetarse unos a otros”. Lucy (17 años).

El viernes 15, día en que nos fuimos a México, nos ocurrieron muchas cosas; a media carretera, se rompió la banda del ventilador del coche y todos hicimos una pequeña oración pidiendo a Dios para que si Él quería, llegáramos a tiempo a nuestro Fin de Semana. Poco después, pasó un Ángel Verde y continuamos el viaje.

Algo que aprendí en el fin de semana, fue el tenernos confianza, ahí, todos dijimos a todos, nuestros defectos y virtudes, lo que nos molestaba, etc. y no por eso nos sentimos heridos o enfadados, sino que cada uno trató de corregir sus fallas y eso ahora nos ha ayudado y nos seguirá ayudando mucho. Gaby (15 años)

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La verdadera felicidad

Hace unos días me estaba acordando de un canto que por ahí lo escuché dice más o menos así: “Felicidad, hoy te vuelvo a encontrar, cuánto tiempo huiste de mí, hoy amanece y el sol tiene un raro esplendor, escucho al viento soplar, veo la luna brillar, al mismo cielo lo miro con otro color, nada es nuevo solo que te conocí”. El canto se refiere precisamente a Jesús. 

San Agustín dice: “Nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti”, pero ¿por qué? 

Sería una pregunta quizás lógica, la verdad es que Él es el único que puede llenar todo deseo de felicidad más profundo dice el Pbro. Osvaldo Pablo Leone: “¿Dónde vamos a encontrar consuelo y reparo más eficazmente que no sea en el encuentro con el Señor, en su Palabra, cuando algo nos inquieta el alma o necesitamos compañía en las vicisitudes de la vida cotidiana?” (Mt 11, 28). 

El encuentro con el Señor que nos habla es el encuentro con el amigo que no falla jamás convirtiéndose en el tesoro de nuestra vida (Mt 13, 44), en el agua que sacia nuestros deseos más profundos de felicidad (Jn 4,14), en la Alegría y Vida en abundancia que nadie, ni nada nos podrá arrebatar (Jn 10,10) 

Por otro lado él mismo nos ha dicho: Yo soy la luz (Jn 12, 46) Yo soy el Camino— nos ha dicho Jesús — como también nos ha dicho Yo soy la Verdad y la Vida (Jn 14, 6).

 Y es verdad, las confesiones de San Agustín y otros tantos hombres y mujeres de todos los tiempos han descubierto esta verdad, que es esencial en todos los hombres, aunque muchos quisieran vivir sin Él, es más como si no existiera, se cansan, nada tiene color, como le pasó a San Agustín. 

Hay una mujer que también descubrió esta verdad, ella era judía y se llamaba Teresa Benedicta de la Cruz – Edith Stein (1891-1942) monja, Carmelita Descalza, mártir. 

Su biografía es interesante, pero no es el momento de extendernos con esto, pero sí encontró la verdad y la felicidad. Es como encontrar seguridad, estabilidad, paz, yo lo comparo con varios ejemplos, uno de ellos es el de un niño, observemos cómo se comporta cuando está con su papá, se siente seguro, cree que todo lo puede hacer, se siente protegido y la verdad lo está, pero cuando se suelta vienen sobre él todos los riesgos; la otra forma de comparación es la montaña, la vida es como una montaña que hay que escalar, todo lo humano (lo psicológico, lo intelectual, lo académico, el desarrollo en la personalidad, sexualidad, etc.) 

Me hacen llegar a la mitad de la montaña, lo espiritual (interiorizar en uno mismo, contemplar, orar, el buscar la paz, una moral, reconocer a mi creador, el buscarlo a Él a Dios) me hace llegar a la cima a la plenitud. 

Es también como el caminar, para hacerlo necesito mis dos piernas, si me falta alguna de las dos no estoy completo, no poder caminar normalmente, como lo hacen todos los que tienen sus dos piernas, así nosotros, una de nuestras piernas es todo lo humano, la otra lo espiritual; y una cosa importante no puedo prescindir de Él porque todo pierde sentido, inténtalo y lo verás, tu felicidad se esfumará y no la encontrarás en otro lado.

Que el Señor sea tu Fuerza y tu Paz.

Pbro. Carlos Felipe Lozano Lara

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La tecnología y nuestros hijos

El trabajo que tenemos los padres de tratar de inculcar una educación correcta a nuestros hijos cada día parece más complicado, en general en ciertas edades se pone difícil la tarea de controlar dónde están nuestros hijos y qué están haciendo.

Algunos padres opinan que las nuevas tecnologías están afectando a la educación de sus hijos de forma negativa, pero ello es debido al escaso conocimiento que tenemos sobre los recursos y facilidades de las que nos podemos aprovechar para que nuestros hijos disfruten a la vez que aprenden.

Expertos en la materia y otros artículos en revistas que han tratado el tema sobre el uso de la Internet por los hijos, aconsejan que las computadoras y juegos electrónicos se ubiquen en zonas comunes de la casa, como en la sala o en su caso el cuarto de televisión, de manera que podamos tener mejor control del tiempo que nuestro hijo hace uso de la computadora para prevenir una posible adicción y que visite ciertas páginas web no recomendables.

No debemos privar a nuestros hijos de una herramienta tan importante como Internet ya que tiene muchos efectos positivos como el hecho de tener a nuestro hijo cerca, no por ello quiero decir que tengamos que negarle el ejercicio físico en la calle y sus relaciones con amigos, pero mientras nuestro hijo está haciendo uso de la Internet o juegos electrónicos podemos saber al menos dónde está. 

Además del hecho de tener a nuestros hijos “controlados” sumamos el aprendizaje por medio de la lectura, navegando por la red nuestros hijos leen, aprenden, investigan y adquieren conocimientos mientras están disfrutando, pero es muy importante apoyarlos en esos momentos de dudas que tienen acerca del uso de páginas dentro de la red y los temas que van descubriendo en el mismo ciberespacio, estando atentos a qué información es adecuada para su edad.

En el caso de las laptops, Ipods, Ipads y electrónicos móviles y con acceso a internet, es primordial que también el uso de los mismos por nuestros hijos sea preferentemente en presencia nuestra,  sobre todo en edades antes de la adolescencia, hay que hacerlos sentir que los estamos apoyando y no vigilando.

Es importante tener definida una ubicación en donde podamos tener control visual de lo que están viendo nuestros hijos, en nuestro caso nuestra hija cuando usa una laptop o un Ipod se ubica en un lugar en donde nosotros sin parecer que estamos vigilándola podemos saber lo que está haciendo y viendo, en otros casos cuando no tenemos este control visual, llegamos de sorpresa diciendo ¿Qué haces? o ¿Qué es lo que ves?, en tono de duda y como ayudarla. 

De esta manera reforzamos la confianza en ella y nosotros de saber que en cualquier momento podemos llegar con ella interrumpiéndola sin que se moleste, así mismo cuando estamos trabajando en la computadora y ella llega y nos pregunta hacemos lo mismo y le enseñamos lo que hacemos generando confianza en ella de que puede llegar en cualquier momento, esto es muy importante para nosotros pues a través del ejemplo podemos generar la confianza de lo que hacemos. 

La educación en la etapa de primaria y preadolescencia con este tipo de herramienta puede ser más fácil para después en la adolescencia pues reforzamos el valor de la confianza. 

¿Recuerdan cuando de niños decíamos orgullosos de lo que nuestros padres hacían o no hacían presumiendo con otros amigos los valores de ellos y los tratamos de imitar?, así mismo lo malo que pudiéramos ver en ellos podría ser pretexto para nosotros mismos hacerlo, pues “Mi papá lo hizo, ¿por qué yo no?”  por lo que insistimos en lo importante que es que generar la confianza en el uso de la Internet y los electrónicos.

Por Oli y Víctor Llorente

Apartado de comunicación Mexicali

 

Referencias y bibliografía:

www.foroz.org/control-parental-windows.html 

www.vidadigitalradio.com/consejos-uso-internet-ninos/

Cómo estimular la Inteligencia de sus hijos. Reader’s Digest. Mexico 1998.

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El Signo del amor de Cristo

La manera en que   una pareja sacramentada se ama, es un signo y un reflejo de la forma en que Cristo nos ama a todos nosotros, su Iglesia.

En el transcurso de mi vida han habido personas y parejas que me han movido y que han tenido un significado muy especial para mí.  

Sin embargo, hubo una pareja en especial que me motivó y me impactó   de   forma muy profunda y significativa.   A pesar de todos los desafíos que   llevaban juntos (cerca de 56 años), su amor del uno por el otro se reflejaba todavía en sus gestos y actitudes constantes, en sus cuidados del uno por el otro, en el apoyo   que se brindaban siempre…   y, sobre todo, durante sus enfermedades y tristezas más fuertes.    

Yo veía claramente su amor en sus abrazos y besos cariñosos, en la forma de hablarse y respetarse, aun dentro de sus bromas y risas alegres.

Ella, mi madre, está desde hace varios años en silla de ruedas, con una pierna amputada, y es diabética.

Mi papá sufrió durante sus últimos 4 meses los efectos más patentes y dolorosos de un cáncer que finalmente lo llevó a la tumba.   

Sin embargo, a pesar de todos sus achaques, dolencias y malpasadas, su amor y su dedicación mutua casi no se empañó; al contrario, se hizo cada vez más intensa en su relación de pareja sacramentada.

El verlos así, juntos y cariñosos, me invitaba y me retaba fuertemente a echarle los kilos, a esforzarme por vivir con Tere una relación más comprometida, más profunda y más  llena de amor. 

 Todavía tengo muy vivo su recuerdo.   Me gusta tanto cómo se escuchaban uno al otro y cómo se esforzaban por comunicarse, aunque estuvieran disgustados, o, aunque mi papá se estuviera quedando medio sordo. Me daban ganas de imitarlos, de arriesgarme más a compartir con Tere todas mis tristezas, mis temores y alegrías.

Me atraía mucho (y me atrae ahora más que nunca) su ejemplo a seguir; sobre todo después de ser testigo de aquella tierna escena de despedida, en el lecho de él, mi madre sentada en la orilla de la cama. Imagen muy querida, que llevo bien grabada en mi corazón…Ahí pude ver y palpar el verdadero amor de Cristo hecho toda una hermosa realidad a través del Matrimonio. Pude ver a una pareja sacramentada viva, de carne y hueso…En esas miradas y esas frases tan llenas de amor y de ternura, que ya las quisieran muchos jóvenes enamorados… La blanca cabeza de mi madre entre las grandes y fuertes manos de mi padre, temblorosas de tan viejas y de tan enfermo. Él le decía “¡mira nomás qué bonita te ves con tu pelo tan blanco y brillante!  Te voy a poner un pedestal aquí, cerquita de mí, para estarte viendo todos los días”. Y luego ese abrazo y ese beso tan amoroso, tan dulce, y tan lleno de nostalgia por la ya tan próxima separación, por el adiós definitivo a toda una vida juntos… Mis hermanas, Tere y yo, en un rincón observábamos en silencio, llorando, emocionados, enternecidos y maravillados de tan hermosa demostración de su gran amor. 

Ahí quedó una gran lección de vida para mí. Un inolvidable y hermoso recuerdo. Un reto y una fuerte convicción: Sí se puede.

Sí es posible el Amor de Cristo entre esposos. ¡Sí, el Sacramento del Matrimonio tiene que ser creación de Dios! 

 

Victor Jurado 

Ciudad Juarez, Chihuahua

Revista El Espíritu del Encuentro Mayo-Junio del 2000