Se suele decir que el amor es celoso y se cita la Biblia, que en Antiguo Testamento presenta una imagen de Dios, celoso por su pueblo y celoso del amor de su pueblo Israel.
Los celos son una mezcla de varios sentimientos y creo que son dos los fundamentales: el sentimiento de pertenencia y el sentimiento de dependencia.
Sobre ambos sentimientos podemos decir que hay una dosis de verdad, que es sana, pero ambos sentimientos pueden ser resbalosos y desarrollarse peligrosamente para ambos.
Una persona humana nunca pertenece a otra. En el matrimonio, aunque según el texto bíblico “los dos son una misma carne”, sin embargo como personas nadie puede renunciar a su propia voluntad, nadie puede renunciar a su propia responsabilidad, nadie puede renunciar a su propia libertad, a ser uno mismo.
Dos personas que se unen en matrimonio no se dan mutuamente como se da un regalo en efectivo o en especie, de forma que quien recibe el regalo se haga dueño y pueda disponer de él a su antojo.
Dos personas que contraen matrimonio comparten sus vidas para un proyecto en común, que es su vida conyugal, caracterizada por la comunión de vida en el amor y el respeto y caracterizada por el proyecto común de la procreación y la familia.
Cuando estos puntos están claros, los celos hacia el otro cónyuge no tienen lugar alguno, porque no se entregan el uno al otro ni como regalo ni como propiedad, sino que comparten sus vida para que cada uno –hombre y mujer- puedan realizarse como esposos, tanto en el amor y el intercambio de la vida como en el ideal de ser padres de familia.
Ante el problema de la infidelidad, que sería la razón real para provocar los celos de la parte fiel, no se puede echar mano de la violencia en ninguna de sus formas, pasiva o activa, de palabra o de obra, porque nadie tiene autoridad sobre la otra parte. Ante la infidelidad de uno de los cónyuges, las alternativas son la confrontación y el diálogo para conocer las razones de tal problema, tratar de conquistar el amor de la parte en crisis e infiel, y la oración en común, acompañada del perdón y la reconciliación.
Puede darse el caso de que los celos sean injustificados puesto que uno de los cónyuges se siente inseguro ante la otra parte; entonces quien sufre los celos deberá buscar ayuda externa, tanto para analizar el caso y buscar una opinión neutral sobre el problema, como para encontrar la ayuda directa sobre su experiencia. Hay casos que se pueden controlar pero hay casos que no se pueden controlar, porque se trata de una experiencia patológica, que va más allá de la asesoría e incluso de la medicina. Y en algunos de estos casos últimos si la integridad y la vida de la otra parte están en peligro, habría que recurrir al divorcio o separación, si se trata de un matrimonio civil, o a la separación canónica o la aplicación de declaración de nulidad del sacramento del matrimonio.
Autor: P. Jesús Ma. Bezunartea