plenitud

¿Existe el matrimonio en plenitud?

Si el matrimonio es vida en el amor y para el amor y el sacramento del matrimonio está diseñado para enriquecer esa vida con el amor de Dios, podemos decir que sí existe el matrimonio en plenitud. El responder afirmativamente nos compromete a describir el cómo llegar a esa plenitud o madurez plena.

De hecho, en el camino del cristiano, nada que sea parte de su vida y de su vocación puede dejarse a un más o menos, que es lo mismo que mediocridad, pues Cristo nos dejó dicho: “sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Y si la perfección de Dios la quisiéramos identificar de una forma concreta o con una actitud concreta, ninguna sería más adecuada que el amor, ya que como nos dice san Juan: “Dios es amor”.

Pero todos los que estamos comprometidos en este camino de la perfección cristiana en cualquiera de sus formas –matrimonio, sacerdocio, vida consagrada religiosa, celibato- sabemos que el ideal que un día abrazamos es semejante a una cuesta empinada que nos conduce a la cima del monte. A una cima como a Abraham, que en el monte que le mostró el Señor, llegó a la perfección de la fe al disponerse a sacrificar a su hijo Isaac; a una cima como Elías en el monte Carmelo, en el que desafía a los sacerdotes de Baal y da testimonio de su Dios en circunstancias que ponen en peligro su vida;  a una cima como Jesús en el monte Tabor donde se transfigura prefigurando la gloria de la resurrección; a una cima como Jesús en el monte Calvario, donde se abandonará plenamente en manos de sus verdugos y en los brazos invisibles del Padre, aunque se sienta abandonado.

Sí, precisamente vamos a la cima del monte Calvario porque “no hay mayor amor que dar la vida por el amigo”, dice Jesús a los apóstoles en sus palabras de despedida después de la cena (Jn 15). Y aunque la muerte cruenta de Cristo no señale el final de la vida de todos nosotros, que queremos llegar a la perfección del amor, sí es el símbolo que nos esclarece suficientemente que no puede haber madurez en el amor, y por tanto en el matrimonio, si no hay una disponibilidad para dar la vida por el amado/a, cada día.

San Pablo concluye su himno al amor en su carta a los Corintios diciendo: “El amor todo lo excusa; todo lo cree; todo lo espera; todo lo soporta”. ¿Podríamos decir que aquí están los cuatro clavos con los que cada cónyuge se crucifica en aras de la perfección en el amor? Creo que si vamos a los detalles de la vida matrimonial podemos incluir en estas cuatro experiencias las múltiples ocasiones y circunstancias por las que cada pareja está haciendo su camino hasta la cima del monte, en el que ofrecerse totalmente como Cristo a Dios.

La sociedad secularizada en que se vive, al menos en las grandes urbes de nuestros países católicos, no cree en tal perfección o plenitud de la vida matrimonial; sin embargo, ello no quita nada al ideal de un matrimonio cristiano. Ciertamente es la tentación que muchos matrimonios tendrán que enfrentar; pero ello mismo da valor y actualidad a este ideal, ya que el misterio de Cristo crucificado por amor siempre ha sido un misterio de locura y de insensatez. ¡Qué extraordinaria oportunidad y privilegio para ser testigos del Evangelio de la vida y del amor!

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Autor: Hno. Jesús Ma. Bezunartea, Capuchino

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