Para la gran mayoría de nosotros, entrar a nuestro fin de semana fue, entre otras muchas cosas, el descubrimiento de un mundo diferente. Desde la manera como nos recibieron el viernes, luego el equipo que compartió su vida, y las parejas que vimos después …, todo parecía como de otro mundo.
Nos parecieron locos, soñando con un tal “mundo nuevo” y convencidos de que era posible luchar por conseguirlo.
Seguimos en el camino de este mundo diferente y la primera vez que fuimos hospedados en la casa de una pareja que no nos conocía, nos quedamos sin podernos explicar cómo y por qué nos estaban dando su confianza, su cariño y su única recámara.
¿En dónde dormirían ellos y sus 2 hijos?
Vimos también sacerdotes que no predicaban, ni daban consejos, sino que compartían acerca de sí mismos, de sus miedos, de sus preocupaciones, de sus ilusiones.
Sacerdotes que nos retaban para que viviéramos intensamente nuestro diálogo y nuestra vida sexual como pareja Sacramentada.
¡Qué mundo era este!
Vimos parejas que no reparaban en esfuerzos, horas de trabajo, vacaciones invertidas en su servicio, sin importar no solo que esto les ocasionara gastos, sino que también les implicara perder oportunidades de tener mejores ingresos.
Vimos hombres “machos” convertirse en esposos respetuosos y tiernos.
Vimos mujeres salir de la nada para convertirse en verdaderas personas, positivas, capaces de renunciar a su acostumbrada manipulación.
Vimos sacerdotes que hicieron cambios importantes en su manera de tratar a la gente de su parroquia, estando más cerca de ellos, tomando más en cuenta la opinión de quienes colaboraban con él, dar todo su valor e importancia al trabajo de las Religiosas.
Eso y muchas cosas más nos iban maravillando y haciendo desear no salirnos nunca de ese mundo nuevo para caminar con ellos y soñar con ellos. Sin embargo, si permanecemos cerca de estas parejas y sacerdotes, poco a poco como que empezamos a acostumbrarnos y a ver como normal todo eso que nos maravilló al principio.
¡Es una lástima!
Porque si perdemos esa capacidad de admirarnos, perdemos también la capacidad de seguir experimentando esa urgencia por mantenernos en la lucha por nuestra relación en primer lugar, para que cosas así hagan realmente un cambio en este mundo.
Si dejamos de admirarnos, tal vez también dejemos de lado el compromiso que teníamos con ese sueño de cambiar al mundo.
Por eso, con los ojos bien abiertos, apreciamos el cariño de las parejas y de sus hijos cuando nos dejan un detalle elaborado por sus propias manos para adornar nuestras mesas en alguna junta de trabajo o en alguna experiencia de renovación.
Con los ojos bien abiertos nos sorprendemos, cada vez que vemos a parejas cocinando y sirviendo la mesa en un fin de semana para abaratar los costos.
Con los ojos bien abiertos nos maravillamos y descubrimos la grandeza de nuestros líderes cuando escuchan, cuando son sensibles a la gente, cuando se alegran sinceramente y hasta se enorgullecen en público y en privado por los logros de otros en lugar de querer lucir ellos.
En Encuentro Matrimonial contamos con líderes así, lo acabamos de constatar.
Por ello, no nos queda más que decir:
Gracias Señor, por esos líderes.
Gracias Señor, por esas parejas y sacerdotes cuya labor muchas veces no parece notarse.
Gracias Señor, por muchas otras cosas más que hemos visto, pero que no hay espacio para mencionar aquí y también por lo que no hemos visto pero que sabemos está ahí.
Gracias Señor, porque con todo esto, constatamos que es real el cambio del mundo y así, recobramos la esperanza y renovamos nuestro empeño de seguir adelante con ellos.
Fernando y Tere Kohrs